Después de tres años al frente de Six-Sigma, el revolucionario método de gestión de calidad que a principios del siglo XXI anticipaba la importancia de los datos en el día a día empresarial, ascendió a la Dirección General de GE, donde permaneció siete años liderando la toma de decisiones de Gemworth Financial. Pero para ese cerebro en ebullición no era suficiente y por eso fundó el think tank Know Square en el que, junto a otros talentosos directivos, trata de ir anticipando el mañana desde la crítica constructiva. En ese camino, Fernández-Aceytuno irá engrosando su numerosa lista de artículos centrados, principalmente, en el buen liderazgo; el aspecto, dicen, que mejor le define. Seguirá escribiendo libros para allanar el camino de las generaciones que vienen detrás y, si sus obligaciones como miembro del Círculo de Empresarios y patrono de las fundaciones Jaime Alonso Abruña y Foro de Foros se lo permiten, intentará seguir disfrutando del deporte para no olvidar que pegarle patadas a un balón o entrar a canasta no se le daba del todo mal en aquella época de colegial donde, a buen seguro, esa cabeza pensante ya soñaba con llegar alto.
En su libro La ética mínima (Editorial Tecnos, Sexta Edición, 2000), la filósofa española Adela Cortina nos habla de la «moral civil». Un concepto que hace alusión a «ciertos ideales compartidos entre los miembros de una sociedad», independientemente de sus creencias últimas: una religión positiva, el agnosticismo o el ateísmo, por citar varios ejemplos. Así, la moral civil es aquella que «debe obligarnos a colaborar lealmente en la perfección de los grupos sociales a los que pertenecemos: una entidad profesional, una ciudad, una nación unitaria…». «Sin un consenso tácito entre los ciudadanos acerca de lo que sea esencialmente esa perfección, la moral civil no parece posible», argumenta la autora.
Trasladando esta reflexión al ámbito económico y más concretamente al terreno inmobiliario, este sector ha vivido un proceso de transformación sin precedentes durante los últimos años tras el boom inmobiliario de 2008. Desde entonces, su apuesta por la ética y las buenas prácticas —ese «colaborar lealmente en la perfección de los grupos sociales a los que pertenecemos», que menciona Adela Cortina— ha sido determinante para recuperar progresivamente la confianza del mercado y de los clientes.
Tras esa crisis, que a mí me gusta denominar crisis de valores por lo que representó y el impacto que tuvo en la sociedad, las compañías inmobiliarias han puesto el foco en ser cada vez más transparentes y colaborativas con los grupos de interés a los que pertenecen y con los que interactúan: clientes, empleados, accionistas, proveedores, etc. Gracias a este giro, el sector se ha profesionalizado, ha incrementado su credibilidad y ha vuelto a tener una pujanza cada vez mayor en la economía española, hasta el punto de ser uno de los sectores con mejores perspectivas de futuro en nuestro país.
La ética y las buenas prácticas empresariales tienen un peso cada vez más relevante en las empresas, porque condicionan su reputación, su posicionamiento en el mercado, su relación con los diferentes grupos de interés y, en última instancia, su cuenta de resultados. Pero más allá de ello, hay otro concepto adicional que me gustaría vincular con la ética y también con la idea de «moral civil» de la que hablaba al inicio: la sostenibilidad.
Este concepto forma parte de la agenda pública global desde hace seis años, tras la aprobación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) por parte de las Naciones Unidas. Su protagonismo e importancia es y será creciente en las próximas décadas, debido a varios factores, entre los que me gustaría destacar al menos dos.
El primero es el aumento de la concienciación social, política y empresarial con respecto al futuro del planeta, el consumo sostenible, la erradicación de la pobreza y la desigualdad social. Cada vez son más las personas, empresas y líderes políticos que se adhieren a iniciativas encaminadas a paliar estos problemas.
El segundo factor, muy conectado con el anterior, está relacionado con el escenario de emergencia climática en el que nos encontramos, tal y como ha puesto de relevancia este verano el último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC). Un documento que pone de manifiesto como todos los rincones poblados del planeta ya han sufrido el impacto del calentamiento global, el deshielo, el aumento del nivel del mar o el azote de los fenómenos meteorológicos extremos.
Conectando de nuevo con la reflexión de Adela Cortina, la sostenibilidad no debe ser concebida como una obligación, sino como una aspiración, un ideal común. Una necesidad compartida por todos, que conecta con la «moral civil» a la que todos nos debemos. Por ello, al igual que las personas y los países, las empresas también deben adaptarse a las nuevas circunstancias y subirse al tren de la sostenibilidad.
Juan Fernández-Aceytuno
Consejero delegado de Sociedad de Tasación