Comprender el mundo que nos rodea resulta esencial para poder aprovechar a fondo todas sus posibilidades y también para enfrentar los retos que nos plantea. Como el resto de la sociedad, el sector financiero evoluciona de forma meteórica. Lo hace al mismo ritmo al que avanza la tecnología. Para garantizar que el ser humano vaya siempre por delante se necesitan especialistas que, como Alejandro González, sepan leer las claves, mirar más allá de los titulares, poniendo al servicio de la sociedad una brillante trayectoria jalonada de éxitos.
Especializado en financiación de infraestructuras y proyectos, refinanciaciones y titulizaciones, este licenciado en Derecho y Administración y Dirección de Empresas ha sido profesor en los Máster de Insolvencia en la Universidad San Pablo CEU y de acceso a la Abogacía en la Universidad Carlos III de Madrid. Frente a sus alumnos, como en su día a día, incide en la importancia de la discreción en un ámbito donde trabajar sin hacer ruido no solo define a los más grandes, sino que garantiza la eficacia de unos movimientos anticipativos de los que muchas veces no somos conscientes y que nos ayudan a avanzar; evitando problemas de calado que visionarios como Alejandro vieron antes que nadie y contribuyeron a solventar.
En las últimas semanas hemos podido comprobar cómo las criptomonedas han copado la primera página de muchos periódicos, y no sólo de los de carácter económico. Ya sea por el anuncio del fundador de Tesla, Elon Musk, de invertir mil quinientos millones de dólares en bitcoins, por el anuncio de algunas empresas de permitir pagos en determinadas criptomonedas o por los sucesivos llamamientos de la Comisión Nacional del Mercado de Valores y del Banco de España advirtiendo de los riesgos de invertir en este tipo de productos, lo que parece claro es que estamos ante un fenómeno de dimensión mundial que ha venido para quedarse.
Más allá de todo lo anterior, se están dando los primeros pasos para reconocer legalmente lo que desde hace un tiempo es una realidad, lo cual no es especialmente sencillo con estos productos que podríamos calificar como un híbrido entre un producto de inversión y una divisa.
Por el momento sólo hay dos referencias legales a los cripto-activos y las dos han sido promulgadas en las últimas semanas. Por un lado, determinados “actores” del mercado de las criptomonedas estarán bajo la lupa de la normativa de blanqueo y, por otro, la publicidad sobre productos basados en cripto-activos estará sujeta a cierto control de la CNVM. Estas dos iniciativas pretenden atajar dos de los tres grandes problemas de los cripto-activos, la posible utilización de los mismos para fines ilegales debido a su anonimato y la preocupación por la falta de control de estos productos al estar en una especie de limbo jurídico. No debemos olvidar que se trata, en su mayoría, de productos financieros complejos, volátiles, de alto riesgo y que presentan escasa protección para los consumidores.
El tercer gran problema no es tanto legal, como medioambiental, e implica un consumo desorbitado de energía eléctrica por parte de los ordenadores que se utilizan para la producción (o minado) de los cripto-activos, que además suelen estar localizados en países donde la energía es más barata y que generalmente se produce con recursos “menos verdes”. Este es sin duda unos de los grandes retos de los cripto-activos, en particular, en una época en la que la sostenibilidad está adquiriendo un papel protagonista.
Es importante no confundir las criptomonedas o cripto-activos con las monedas digitales (como el proyecto de Yuan digital o el previsible -y anunciado- Euro digital). Una criptomoneda se define como una representación digital de un valor o derechos que puede transferirse y almacenarse electrónicamente, mediante la tecnología de registros distribuidos u otra similar. Hasta ahí podrían incluso confundirse, la diferencia más importante radica en que las criptomonedas existentes (como se ha encargado de poner de manifiesto tanto la CNMV como el Banco de España) no están respaldadas por ningún banco central ni tienen la consideración de medios de pago, al contrario de lo que le ocurriría al Euro digital o al Yuan digital.
El Euro digital sería lo que conocemos por sus siglas en inglés una CBDC (Central Bank Digital Currency), es decir una moneda digital respalda por un banco central cuyo objetivo no es sustituir al efectivo sino complementarlo. Está por ver que ese Euro digital se vaya a utilizar por los particulares y empresas o solo en el mercado mayorista. Aunque tampoco las CBDC están exentas de incertidumbres, sí que parece que podrían tener grandes beneficios por ejemplo para las transacciones internacionales multidivisa, que son operaciones caras y difíciles de rastrear. No obstante, pueden presentar asimismo riesgos para la estabilidad monetaria y financiera y no se sabe a ciencia cierta cuál sería el impacto para la banca tradicional. Dicho lo anterior, lo que sí parece una certeza es que el proyecto del Euro digital no ha hecho más que empezar y poco a poco iremos conociendo sus novedades.
Parece fácil adivinar que el blockchain o cadena de bloques y la tecnología de registro descentralizado darán mucho de qué hablar en la próxima década, y por ende los cripto-activos y monedas digitales que son una de las principales aplicaciones de esas tecnologías en el ámbito financiero.
Alejandro González
Counsel del departamento de Banking & Finance de Hogan Lovells