PUENTIA tiende hoy un puente hacia la Ciencia con una entrevista a alguien que no necesita presentación: Nikola Tesla. Creador de numerosos dispositivos y desarrollador de tecnologías que permitieron la llegada de la segunda revolución industrial, es uno de los ejemplos paradigmáticos de la figura del genio. Una persona peculiar que siempre se sintió especial y diferente a los demás (ahora sabemos que, con toda probabilidad, tenía algún tipo de síndrome de Savant) y que concede, ahora, su primera entrevista.
PUENTIA: ¿Quién es Nikola Tesla?
NIKOLA TESLA: ¿Cómo decirlo para que lo entiendan? Nikola Tesla es un hombre que ha emprendido un proyecto titánico: desenterrar la verdad allí donde se encuentre. Poseo un don que me facilita esta tarea. Veo los dispositivos que tengo que desarrollar en mi mente, antes de construirlos físicamente. He dedicado mi vida a esta tarea y he sacrificado todo lo demás. La ciencia lo ha sido todo para mí desde que tengo uso de razón.
P: ¿Tuvo una infancia feliz?
NT: No especialmente. Mi relación con mi padre fue bastante tormentosa, sobre todo, desde la muerte de mi hermano mayor. Mi fuente de inspiración siempre fue mi madre, de ella heredé la inquietud para inventar y mi carácter fuerte y un poco testarudo. Mi padre estaba convencido de que yo debía ser pastor de la iglesia ortodoxa, igual que él. Finalmente entró en razón, pero una vez que me fui a estudiar fuera nuestra relación no hizo sino ir desapareciendo poco a poco. Se perdió la comunicación.
P: ¿De dónde nace su capacidad para inventar?
NT: Siempre he creído que se trata de la conjunción de dos factores: mi habilidad innata para ver las cosas en mi mente, una suerte de memoria fotográfica, y mi voluntad de crear dispositivos o de avanzar en el conocimiento científico para mejorar el mundo. Al igual que algunas personas se expresan escribiendo, otras dibujando y otras haciendo teatro, yo me expreso a través de mis inventos. La invención es mi manera de sacar al mundo aquello que hay en mi interior de una forma creativa. Es una forma de comunicación.
P: ¿Fue usted un incomprendido?
NT: Absolutamente. Nunca nadie me tomó todo lo en serio como me hubiera gustado. La gente siempre me veía como el hombre excéntrico que tenía ideas demasiado irreales como para poder realizarse. Ni siquiera cuando demostré que muchas de mis invenciones se podían llevar a cabo la gente me dio el respeto que merecía. Tuve que acabar mi vida solo en un hotel haciendo “consultoría” para una empresa de energía. Ni en mi infancia, ni durante la universidad, ni en París, ni en Estados Unidos la gente llegó a ver realmente quién era Nikola Tesla.
P: ¿Cómo fue su relación con Thomas Edison?
NT: Sabía que me acabaría preguntando por ese individuo. Aunque resulta duro para mí, trataré de explicarle cómo fue mi relación con Edison. Comencé a trabajar en la empresa de Edison en París y, tras una época de buenos resultados, decidí irme a los Estados Unidos para seguir trabajando allí con el propio Edison como un ingeniero de bajo rango, pero, debido a mi esfuerzo, ascendí rápidamente hasta conseguir un puesto de responsabilidad. Finamente, Edison me hizo una oferta salarial de la que luego se retractó. Faltó a su palabra, por lo que abandoné su empresa y me puse a trabajar para la competencia, protagonizando la famosa ‘guerra de las corrientes’. La sombra de Edison me persiguió toda la vida, hasta el punto de que la razón por la que ninguno de los dos recibió el premio Nobel fue por nuestra intensa enemistad a partir de 1885.
P: ¿Cree que hubiera trabajado mejor en equipo?
NT: No, de ninguna manera. Tanto mi método como mis horarios eran demasiado heterodoxos como para que alguien más hubiera estado cómodo con ellos. Sin embargo, sí que es cierto que me hubiera resultado mucho más fácil mi trabajo si la gente en general, pero sobre todo los inversores, hubieran entendido realmente en qué consistían mis proyectos. Esto me hubiera proporcionado el dinero que necesitaba y también el prestigio que creo que merecía, porque yo no era muy bueno para tratar con las personas que no me resultaban simpáticas. No quiero decir que fuese un antisocial, pero sí que me costaba relacionarme en ciertos momentos. Delegar todo eso me hubiera venido muy bien.
P: El tiempo, sin embargo, le ha otorgado la reputación de la que no gozó en vida
NT: Así son las cosas, efectivamente. Imagino que, como les ha pasado a otros a lo largo de la historia en diferentes disciplinas, fui un adelantado para mi época y, por tanto, un personaje al que se podía considerar excéntrico. Eso explica en parte por qué fui un incomprendido. El avance de la Ciencia ha permitido dimensionar en su justa medida todo lo que hice y por eso ahora se me ve con otros ojos y se me ha rescatado del olvido. Creo que gozo de la reputación que siempre me merecí. Lástima no haberlo disfrutado.
P: Le ha pasado lo mismo que a muchas mujeres…
NT: Exactamente igual, sí. La historia del ser humano está llena de mujeres con carreras y logros brillantísimos que han sido víctimas de una cultura social consagrada a una supuesta supremacía moral e intelectual del hombre frente a la mujer. Es lamentable. Una falacia que ha pervivido durante siglos y que ahora, por fin, se va poco a poco superando. No hace falta haber sido Marie Curie para destacar con brillantez. Muchas lo hicieron, pero sabemos de muy pocas, en realidad. Déjeme regalarle una idea: ¿por qué no le dedica Puentia una serie a estas mujeres enterradas en el olvido?
P: Gracias por la idea. ¿Qué opina de Elon Musk, el presidente de la compañía automovilística que lleva su nombre?
NT: Le admiró profundamente. Es una persona que ha conseguido que todo el mundo sea participe de su visión, que formen parte de sus sueños. En cierta forma Elon Musk representa aquello que me hubiera gustado ser a mí. No tanto por el dinero o la fama, sino por el respeto. Elon ha conseguido ganarse el respeto de la comunidad científica, de los empresarios y de la gente corriente, y ha hecho todo eso sin renunciar a ser quién es, sin tener miedo a mostrarse con sus contradicciones. Para mí es un honor que Elon Musk haya decidido nombrar a su compañía con mi apellido. Veremos hasta dónde es capaz de llegar con sus diferentes proyectos.
P: ¿Sabe que lanzó al espacio un coche con su nombre?
NT: Lo sé, sí. Es fascinante que un coche con mi nombre esté orbitando. Nunca me hubiera imaginado que el hombre fuera capaz de algo así en tan poco tiempo. ¡Si en mi época viajábamos en tren y ya era yo adulto cuando llegaron los primeros coches! Y ahora uno está en el espacio… Increíble. Pero más increíble, creo yo, fue la campaña de marketing que se derivó de aquello. No hay dinero que pueda pagar que millones de ojos se fijen durante varios días en tu marca o que retransmitan por ese otro invento fascinante, la televisión, cómo tu marca se va al espacio. ¡Al espacio! Madre mía, es que incluso aunque lo digo y ha pasado, sigo sin creérmelo.