Corren tiempos fascinantes para la comunicación. La era de los comunicadores multitarea es también la de la comunicación multiplataforma, la de las historias transmedia que han roto las fronteras del papel o las ondas, la del relato que devuelve un interminable eco desde los canales más insospechados.
La Voz del Puente es la primera incursión de PUENTIA en uno de esos lugares cada vez más frecuentados por la comunicación, el universo del pódcast. Un entorno nacido desde el entusiasmo de locutores amateur que necesitaban comunicar una pasión y que ha ido evolucionando hasta captar el interés de las grandes cadenas que han terminado, o lo intentan, por fagocitar un ámbito que se resiste a perder su seña de identidad.
Teníamos cosas que contar y encontramos a nuestra voz, un magnífico narrador que se atrevió a sonorizar epopeyas vitales que llevaba muchos años escribiendo por el mero placer de arrojar luz sobre buenas historias y para captar la atención de potenciales clientes. Hartos de recibir visitas comerciales, el planteamiento de nuestra Voz del Puente era tremendamente seductor. Lo consiguió con nosotros y con muchos de los que se enamoraron de la personalidad de su timbre y de las historias con nombres y apellidos que nos ha traído a lo largo de doce capítulos que son ya parte de la corta historia de PUENTIA.
Entre esos relatos, uno de los que más nos sorprendió fue el de Kurt Schwartzmann, el mendigo que recorría las paradas de autobús en invierno para aprovechar cada vez que uno de estos vehículos abría sus puertas y calentarse gracias al aire procedente del interior. Un conductor de la popular línea amarilla miró más allá para ver que, tras aquella vida rota, había algo más que un vagabundo. Se propuso conocerlo y descubrió que era un talentoso artista. Y le animó a tomar otra vez el pincel y a ponerse frente al lienzo. Y le cambió la vida para siempre porque Kurt comenzó a ser un creador respetado que, aún hoy, vive de su creatividad desbordante, intacta a pesar de que solo tiene un ojo, lo que le otorga una imagen que enfatiza todavía más el interés por conocer su apasionante vida.
Como hemos hecho siempre que ha habido ocasión, en la promoción de aquel capítulo las redes sociales de PUENTIA citaron a su protagonista. Kurt utiliza Twitter y Facebook para promocionar sus exposiciones y mostrar parte de su obra además de remitir a su página web (www.yellowlineart.com) -‘El arte de la línea amarilla’- bautizada en honor de la que fue su primera exposición individual; su manera de recordar para siempre el acontecimiento que dio un giro a sus existencia.
Lo normal es que aquella mención hubiera pasado desapercibida como ha sucedido otras muchas veces, pero Kurt Schwartzmann y el adjetivo ‘normal’ nunca se han llevado bien. Sorprendidísimo porque su historia hubiese cruzado todo un océano, circunstancia de la que se terminó enterando gracias al director general de PUENTIA, Álvaro Elúa, el artista californiano de la sonrisa y el parche en el ojo realizó otra demostración involuntaria de su grandeza. Por eso, en la casa de nuestro director general luce desde hace semanas varios Schwartzmann junto a una carta de agradecimiento del artista que supo burlar a un cruel destino.
Y todo comenzó gracias a un precioso relato sonoro del que nos sentimos muy orgullosos por el cariño y el mimo de nuestra Voz del Puente, a la que siempre hemos trasmitido la admiración que nos despierta y a la que ahora trasladamos el orgullo por haber logrado llegar mucho más lejos de lo que nunca imaginamos; recogiendo el resultado de su talento y cruzando puentes de ida y vuelta que ha sido un placer atravesar de la mano.