Cuando hablamos de Cicerón hablamos de retórica, de discursos capaces de poner en pie a todo el Senado romano. Y hablamos de un hombre profundamente implicado en la vida política romana. Por su ferviente defensa de la República frente a la dictadura, primero de Julio César y después de Marco Antonio, nuestro invitado de hoy fue asesinado en el año 43 a.C. por soldados leales a Marco Antonio mientras intentaba huir de la península italiana. Además de sus aportaciones a la disciplina de la retórica también cabe destacar su papel como abogado y jurista. De hecho, es uno de los primeros intelectuales en abordar el derecho natural.
PUENTIA: ¿Qué es la comunicación para usted?
CICERÓN: Quizá suene un poco pretencioso, pero para mí la comunicación ha sido siempre mi razón de ser. Estudié y me formé extensamente para poder llegar a tener un gran dominio del arte de la oratoria y así poder dedicarme a mi sueño, que era una carrera política para restaurar la grandeza de la República romana. Necesitaba ser un gran comunicador para hacer a los demás partícipes de la visión que yo tenía, para que soñasen lo mismo que soñaba yo.
P: ¿Esperaba gozar de tan buena reputación?
C: Me divierte que me haga esa pregunta, puesto que (como usted ya sabe) fui asesinado y durante mis últimos años viví con miedo a los ataques de los seguidores de Marco Antonio. Después, mis obras no fueron objeto de estudio hasta la Edad Media y la adaptación del derecho romano a los códigos medievales. Honestamente, a pesar de que fui un senador respetado en algunos momentos de mi vida política, no pensé que mi trabajo fuese a ser influyente siglos después. Todo este tema de la entrevista me ha pillado un poco por sorpresa, pero estoy encantando de charlar un rato con ustedes.
P: ¿Cree usted que somos capaces de percibir la realidad tal cual es?
C: No estoy muy seguro, la verdad. Me considero más bien un escéptico. Tengo serias dudas de que podamos conocer de forma verdadera la realidad, de que podamos diferenciar de forma satisfactoria las representaciones verdaderas de las falsas. Lo que sí que podemos hacer es aceptar con cautela aquellas representaciones que se nos aparecen como muy posiblemente verdaderas tras un momento de reflexión. En esta materia, como pueden ver, soy un desconfiado… pero mi experiencia como político me ha mostrado que, si comunicas bien, si eres capaz de ganarte la confianza del público, entonces probablemente acaben por aceptar como verdadera aquella visión que tú les presentas. Comunicar tiene entonces un fuerte aspecto moral, pues eres tú quien elige cómo presentar la realidad a los demás.
P: ¿Qué papel juegan los demás en la construcción de su filosofía?
C: Para mí los demás tienen un papel central, tanto en mi filosofía política como en mi visión jurídica. Considero que existe un deber moral para participar en política y que todo aquel que, teniendo buenas ideas y disposición para llevarlas a cabo no lo haga, por pereza o comodidad, está cometiendo un error. En cuanto a mi visión jurídica, defiendo el derecho natural, por lo que considero que hay derechos fundamentados en la propia naturaleza humana que son inalienables, como el derecho a la vida. Mi forma de pensar es un intento constante de trabajar para los demás, una defensa de la dignidad del ser humano y una invitación al entendimiento y la concordia.
P: ¿Considera que su filosofía ha sido malinterpretada o que es poco clara? ¿Le hubiera venido bien un equipo de comunicación?
C: Mi pensamiento no entraña ninguna dificultad conceptual. De hecho, no creo que se me pueda considerar un filósofo académico, sino más bien un pensador relevante. Mis ideas sobre política son sencillas y accesibles, aunque para entender lo que quiero decir se deben tener conocimientos sobre cómo funcionaba la sociedad romana de la época. En cuanto a mis aportaciones como jurista, sí que son de un carácter más técnico, pero no por ello dejan de ser la primera forma que tomaría la doctrina del derecho natural, por lo que no son muy complejas. Aun así, y quizá irónicamente, creo que un equipo de comunicación me hubiese venido genial. La gente pensará que cómo es esto posible, si yo ya era un gran comunicador. Y en eso tendrán razón. Pero, con la perspectiva que me han dado estos años, me he dado cuenta de que fallé más de una vez al interpretar el contexto, no comprendí en qué momento debía hacer según qué afirmaciones. Me faltó una visión más general.
P: ¿Qué opina de la comunicación actual en las redes sociales?
C: Me fascina. No puedo evitar pensar lo que yo hubiera sido capaz de conseguir con redes sociales como Twitter. Creo que las redes sociales suponen una grandísima oportunidad para que la gente se sienta más cercana a sus líderes y a todas aquellas personas que ven como sus referentes. Y esto facilita que estas personas comuniquen sus mensajes directamente a los receptores, sin intermediarios. Para mí, aunque todo ello pueda degenerar en una cierta demagogia, las redes sociales y la conectividad pueden llegar a suponer que en el futuro vivamos en democracias cada vez más basadas en el consenso, en el diálogo y en la participación ciudadana directa organizada de forma digital.
P: En la antigüedad se debatió sobre si la retórica era algo bueno o malo. Usted, como político, ¿qué opina de esto?
C: Creo que es un debate sin fundamento. La retórica sirve para comunicar mejor, de forma más bella y clara, sirve para ordenar las ideas en un discurso y para argumentar. El hecho de que a lo largo de la historia demagogos se hayan aprovechado de este saber para sus intereses egoístas no hace de la retórica un arte dedicado al engaño; al contrario, permite que aquellos cuyos proyectos están dedicados al bienestar de la sociedad en general también puedan competir en igualdad de condiciones con los discursos populistas. En resumen, a mi modo de ver, la retórica es una herramienta que no es inherentemente ni mala ni buena. Somos nosotros los que debemos juzgar el uso que hacemos de ella.