Hoy tenemos el placer de compartir entrevista con la gran Amelia Earhart, famosa aventurera y piloto de aviones que ha servido como inspiración a numerosos hombres y mujeres a lo largo de la historia. Amelia fue la primera mujer en realizar un vuelo transatlántico sin escalas. ¿Que cómo hemos dado con ella después de tantos años desaparecida? La propia Amelia ha contactado con nosotros al saber que podíamos contar su historia. La historia de una mujer que perdió su vida persiguiendo su sueño, pero que antes logró tender un puente entre ambos lados del Atlántico.
¿Quién es Amelia Earhart?
Una inconformista. Una chica que nunca se contentó con hacer lo que se esperaba de ella. La pasión por el vuelo y la aventura me llegó relativamente tarde en la vida. Mi primer vuelo fue con 23 años, pero no hubiera sido capaz de dedicarme a ello de no ser por esa parte un tanto rebelde de mi personalidad. Mi infancia fue dura, sobre todo, debido a los problemas de mi padre con el alcohol, que hicieron que nos tuviésemos que mudar con cierta frecuencia. Pero si tuviera que quedarme con algo sobre mí diría simplemente que fui una mujer que se atrevió a perseguir sus sueños.
¿Fue usted una niña aventurera?
Siempre tuve ganas de hacer aquello que me decían que no podía. De pequeña me gustaba ir a cazar, escalar y otras cosas que en esa época solo podían hacer los hombres. Nunca pasé de ahí hasta que fui mayor, pero se podría decir que el espíritu aventurero siempre estuvo en mí, esperando las condiciones propicias para aparecer de forma más explícita.
¿Cómo se inició en la aviación?
Asistí a mis primeras clases de vuelo cuando tenía 23 años gracias a una mujer excepcional, Neta Snook, una pionera de la aviación. Antes de esta primera experiencia ya me había sentido fascinada por los aviones y el vuelo cuando estuve trabajando como enfermera en un campo de aviación. Lo que más me atraía de volar era el sentimiento de absoluta libertad, la sensación de estar flotando por encima de todo, de no tener ninguna atadura. Para mí era algo que no tenía comparación, una sensación extraña. Nunca me he sentido tan viva.
¿Qué la animó a emprender todos esos retos?
La voluntad de ir más allá, de inspirar a las personas. Cuando encontré algo que se me daba realmente bien me dediqué en cuerpo y alma a ello, y eso me permitió construir una plataforma desde la que comunicarme con el mundo. Cuando logras toda la fama que yo alcancé también tienes una responsabilidad sobre lo que dices y haces, porque son muchas las personas que te escuchan. El hecho de contar con la ayuda de mi marido fue clave para mantener el equilibrio. Quería mostrar con mi ejemplo que el espíritu humano no conoce más límites que los que se impone a sí mismo.
¿Cree que el trabajo del publicista Charlie Putnam ayudó a sus proyectos y contribuyó a su fama?
Desde luego. Pero la ayuda de Charlie fue más allá de lo profesional, tanto que acabé casándome con él (se ríe). Charlie fue clave para que yo alcanzase la fama, pues organizó viajes con eventos promocionales, anuncios e incluso se dedicó a escribir un libro sobre mi vuelo a través del Atlántico. Antes de conocer a Charlie yo no era famosa y él asumió esa parte del trabajo: la comunicación, la prensa y la opinión pública. No se equivoquen, yo sabía que me merecía esa fama y quería mi respeto, y precisamente por eso decidí confiar en un profesional de la materia. Huelga decir que esta decisión fue la correcta, tanto para mi vida personal como para mi vida profesional y pública.
¿Qué sentía al ser tan famosa?
Una gran responsabilidad. En esa época, y sobre todo siendo mujer, se te juzgaba muy rápidamente por cualquier equivocación y se vigilaba mucho tu vida privada. Sentía que debía ser un ejemplo para todas aquellas niñas que quisiesen hacer realidad sus sueños. Fue una época con sus luces y sus sombras, porque toda esa fama también te da cosas fantásticas, pero debes mantener los pies en la tierra, aunque eso me sea bastante difícil (ríe) y acompañarte de personas de confianza, no de oportunistas que se quieren aprovechar de ti.
¿Cuáles fueron sus últimos pensamientos antes de desaparecer en el Pacífico aquel fatídico 2 de julio de 1937?
En esos momentos solo puedes pensar en tu familia, en tus seres queridos y en cómo les afectará lo ocurrido. Sentí un dolor inmenso al no poder comunicarme con ellos, al no poder decirles lo mucho que los quería y no poder despedirme. Por un momento también piensas si la gente se acordará de mí, o si olvidarían rápidamente mis hazañas en el mundo de la aviación, pero estos pensamientos pasan casi al instante, y finalmente solo puedes pensar en el momento del impacto, en el dolor, en cómo se experimentará el no ser nada, el dejar de existir.