BALTA PARRA | “Siempre se puede crecer y seguir aportando»

Médico

Balta tiene rostro de adulto pero está a punto de cumplir 11 años. Este Balta es joven, viajero, optimista, emprendedor, conciliador y devuelve el saludo por la calle a todo aquel que le saluda. Y no son pocos. De hecho, son cada vez más. A este Balta le buscan para pedirle consejo y asesoramiento y, gustoso, transmite su expertise y su capacidad de liderazgo haciendo gala de una verborrea que para si hubieran querido los mejores oradores del mundo. Es lógico porque este Balta tiene mucho que contar. A veces se para para explicarse; otras, te lo cuenta a 6, 8 o 10 kilómetros por hora dependiendo de la velocidad a la que ese día haya programado su silla de ruedas. Porque este Balta fusionó sus iniciales en esa silla en la que se sentó hace una década después de siete meses conectado a un respirador.

El antiguo Balta, el médico que no ejercía, el ejecutivo de éxito, el hombre con prisa incapaz de disfrutar de la vida, se quedó en un camino de tierra, dando pedales y volando por los aires. Murió aquel 1 de noviembre de 2010 en el que quedó tetrapléjico por lo que debió ser otra caída en bicicleta, como muchas otras antes. El conocido al que acababa de adelantar y al que no había saludado fue el primero en avisar a Emergencias. Y ese día empezó todo.

 

PUENTIA: Mucho se habla de reinventarse, y más en estos tiempos, pero pocos se imaginan tener que hacerlo como te tocó a ti

BALTA PARRA: Cierto, pero el Balta de antes del accidente murió aquel día y nació otro que tiene mucho del anterior y al que las circunstancias le han obligado a renacer para hacer de la misma persona otra diferente; desarrollando otras capacidades que no había necesitado y cambiando completamente el panorama de la vida.

P: ¿En qué momento eres consciente de que no hay alternativa a esa reinvención?

BP: El momento del click más impactante, incluso para mi, es cuando estaba en la UCI y recién operado me hicieron una traqueotomía. Estaba conectado a un respirador. Llevaba una semana. Me visitó un amigo y estábamos en pleno cierre del cuarto trimestre del año. A pesar de todo, mi cabeza aun estaba en el día previo. Solo podía vocalizar, pero no tenía voz. Mi mujer traducía el nombre de la persona a la que quería traspasar mis cosas y pedí que viniera a verme. Vino y con la ayuda de mi mujer y con muchas dificultades fui repasando detalle por detalle todo lo que había que hacer. En aquel momento estaba todavía el Balta de antes.

El momento de empezar una nueva vida sucedió una noche en la que estaba soñando con trabajo. Una situación que me obligaba a estar en 10 sitios al mismo tiempo. Y lo hice mentalmente. Apagando fuegos. Al poco rato abrí los ojos y pensé: qué suerte, solo era un sueño. Fue un alivio y eso no lo olvidaré jamás porque es un reflejo del antes y el después. Antes era un pedaleo continuo y las cosas iban pasando alrededor, sin disfrutarlas y sin darme mucha cuenta. Disfruté de aquella parte de mi vida, pero me perdí muchos detalles.

P: Sentiste alivio, pero tu mundo se había detenido de golpe

BP: Se para todo y no me pasa como al hamster. No me caigo de la rueda. Se para y, entre comillas, no pasa nada. Y ahí inicio mi proceso de aceptación. Al principio me veía como un saco de patatas. No movía brazos y piernas, solo la cabeza. Una enfermera me habló de las fases del duelo. Reflexioné mucho sobre eso y pensé: ¿para qué tantas etapas? Si hubiera Plan B igual merecía la pena pasarlas, pero solo había un plan, el Plan A, y cuanto antes queme etapas mejor para mi y para los que me rodean.

P: Y ahí comenzaron los golpetazos de realidad

BP: Empecé el proceso en la UCI y cada situación era un golpe de realidad. Estuve siete meses conectado a un respirador. Salí de la UCI en mayo. Lo del respirador es como cuando al bebé le quitas el pecho. Me costó muchísimo. Tuve suerte porque me cambiaron de médico y desde el principio conectamos muchísimo. Los dos últimos meses se empeñó en que respirara por mi mismo. La fase de salida de la UCI fue dura. Algo tan cotidiano e inconsciente como respirar se convertía en un calvario para mí. No tengo abdominales con lo que, para respirar, debo tirar de diafragma.

P: A pesar de que la silla de ruedas suena duro es un avance

BP: La llegada de la silla forma parte de ese proceso de reacondionar la cabeza después de todo esto. En la UCI la prioridad era la vida. Tuve una broncoaspiración, neumonía… Hice todas las complicaciones posibles. Soy médico, aunque no he ejercido, pero allí hice un repaso rápido de la carrera. Cada mañana hacía mi propio diagnóstico. Pensaba: hubiera preferido ser un ignorante de la medicina. Porque saber qué estaba pasando me atenazaba más.

P: Hubo un segundo punto de inflexión

BP: Si. Aparte de la aparición de este médico tenaz ese punto de inflexión se produjo una noche -ya desenchufado- en la que mi mujer al irse a casa me pidió que no diera marcha atrás por nuestros hijos. Algunas noches me volvía a conectar a la máquina por miedo. Después de lo que me dijo ya no volví a conectarme más.

P: Superada la fase más dura y después de volver a respirar por ti mismo, otro avance

BP: Sí. El día de irme a planta, donde estuve poco tiempo. Pasé una noche mala y estuve cerca de volver a la UCI. De allí me fui al Instituto Guttmann, una burbuja donde pierdes el sentido de tu nueva realidad porque te rodeas de gente que está como tú. Todo el personal está volcado contigo porque están acostumbrados a este tipo de pacientes. Todo está adaptado. Su lema es ‘Te enseñamos a empezar una nueva vida’, pero lo cierto es que eso sucede al volver a casa. Es el tercer baño de realidad. Se puede comparar al nacimiento de tu primer hijo. En el hospital es todo perfecto, pero al volver a casa empiezan los problemas.

P: Y entonces empieza el trabajo en equipo

BP: Claro, porque necesitas ayuda externa. Hay que saber levantarme de la cama, ducharme… y llegó a casa una chica rusa que había trabajado con otras personas en situación similar a la mía. Estuvo 4 años conmigo y me ayudó mucho porque era la realidad a la que ya estaba acostumbrada y liberó mucho a la familia porque durante mi primer año en casa tuve una fase de tiranía. Piensas que el mundo debe girar a tu alrededor porque lo necesitas. Ella no hablaba español, pero hablábamos los dos el mismo idioma. Encontrar a alguien que minimice tu dependencia hace que otros detalles te pasen por alto. La fase de tiranía fue muy dura para mi familia. Tuve un ingreso por una complicación y mi mujer me metió en vereda. “O cambias o te cargas la familia”, me dijo. Y me volvió a dar otra lección.

Esa situación, que supone una oportunidad de observar las cosas con más calma, te hace detectar los detalles de todo el equipo que te rodea. Descubres habilidades de unos y otros y aquellas que puedes ayudar a mejorar para que crezcan personalmente, como por ejemplo en el caso de mis hijos. Ahora tengo un cuidador brasileño con el que me río un montón, pero es despistado. Sé que a diario debo aplicar cada día los protocolos para que las cosas funcionen. Descubres desde la observación e identificas también las debilidades.

En el funcionamiento de la casa a veces mi mujer me tiene que recordar que esto no es una empresa porque me sale la vena directiva. Sigo siendo metódico e intento trasladarlo al día a día también en casa. La lista de la compra es de un super al que ya no voy y la tengo hecha con un recorrido, producto por producto. Tiene su orden lógico. Ahora ya no voy a comprar porque he aprendido a delegar.

P: ¿Eres un líder natural?

BP: Tengo tendencia natural a liderar y eso no lo he perdido, pero a veces me tengo que poner freno para no dar órdenes todo el día. Estás desarrollando esas viejas habilidades por formación y hábito laboral.

Confío plenamente en el trabajo en equipo. Soy un gran defensor y trato de fomentarlo. Siempre intento transmitir que no se puede trabajar individualmente porque a la excelencia se llega desde la suma de todos.

P: Con el otro equipo, tu familia, la pasión es viajar. Y nunca habéis renunciado a ello

BP: Eso es. Nuestra pasión era viajar y seguimos haciéndolo. Fue una locura, pero lo hemos logrado con mucha voluntad por parte de todos. En el primer viaje, otro baño de realidad. No eran mis viajes de antes, claro. Aprendí a decir no a determinadas cosas y a que ellos tuvieran su espacio. Hay que evitar quemarlos. He reorganizado mi vida porque Intento que la dependencia no les haga sufrirme sino disfrutar también.

P: El cuerpo tendrá sus limitaciones, pero la cabeza de Balta Parra necesita actividad.

BP: Sí. También me di cuenta de que necesitaba mantener cierto grado de actividad mental porque soy una persona joven y no me podía permitir quedarme en casa leyendo. Poco a poco comencé a dar charlas. Aquello fue terapéutico porque me obligó a hacer balance de todo lo vivido. Al principio no entendí el paralelismo de lo que me sucedió con una charla empresarial, pero luego plasmé todo esto y caí en que había muchos paralelismos. Aquello fue emocionalmente muy intenso. Me costaba entender a un auditorio repleto de gente sollozando. Era la presentación pública de mi reinvención y otro chaparrón de realidad.

P: Y hoy eres consultor

BP: Soy consultor, echo una mano a gente joven, a startups… Empecé a poner en marcha de nuevo la mente y recuerdo perfectamente las primeras reuniones tras las que volvía agotado. El disco duro estaba ahí pero el procesador estaba muerto, no tiraba. Descubrí que tenía que aprovechar todas mis capacidades mentales. Me reconforta y aparte de depender y recibir puedo dar y eso me produce satisfacción.

P: ¿Cómo fue esa segunda primera vez?

BP: Recuerdo perfectamente el primer informe de consultoría. Me enfrenté a un toro que nunca había enfrentado. Me obliga a hacer el esfuerzo. Después surgió el tema de la clínica de mi mujer, que necesitaba ayuda y tomé las riendas de la parte de gestión. Y en eso estoy. Me mantiene ocupado. A veces tengo que ponerme limites porque la cabra tira al monte y debo controlar el estrés porque es malo para mi cuerpo y físicamente me afecta mucho. He aprendido también a parar cuando debo hacerlo. La cabeza sigue a velocidad de crucero, pero el cuerpo no me sigue. Hay momentos en los que hay que parar y no solo es por la tetraplejia sino porque también vamos teniendo una edad. En eso me resisto.

P: Junto a un antiguo compañero de empresa haces también labores de mentorización

BP: Así es. Un excompañero en General Electric y yo ayudamos a tres jóvenes de entre 25 y 35 años que ya han iniciado su carrera profesional y que quieren avanzar en áreas relacionadas con el liderazgo, la negociación o la inteligencia emocional.

P: Con y sin silla de ruedas, Balta Parra es un ser humano muy activo

BP: Intento tener la máxima vida social posible. Con limitaciones, pero sin ponerme muchos obstáculos. He hecho parapente, he hecho submarinismo, he encontrado una manera de nadar y nado. Empiezo el verano haciendo cinco largos y termino haciendo 25. Soy una persona a la que los retos y los objetivos me han hecho siempre moverme. El cuidador está conmigo para evitar que me quede boca abajo. Siempre es una más. Esa es mi vida hoy. Sigo con el mismo espíritu que siempre tuve y con las lecciones que me ha dado el accidente. He aprendido a relativizar muchas cosas porque si no lo haces es imposible aceptar la situación.

P: El Balta de ahora poco se parece al de antes del accidente

BP: Me han pasado muchas cosas que me han hecho crecer. Si tengo que pedir ayuda, pues la pido. Me ha hecho mejor en muchos aspectos. Antes iba a velocidad de la luz sin ver nada y ahora, a ritmo de caracol, te fijas en todos los detalles. Siempre he sido muy observador, pero ahora tengo tiempo. Fijarme en todo también me hace disfrutar de muchas cosas que no valoraba. Mis hijos me llamaban antes ‘papá BlackBerry’. Ahora es al revés y encima me gusta hablar. Siempre me ha gustado comunicar y la velocidad me permite hacerlo con más tranquilidad.

Algunas veces estoy en una sala de espera rodeado de gente mayor y, en ocasiones, cuando los veo refunfuñando, les digo que no merece la pena cabrearse por esperar. Y, aparte de todo, que la atención que nos prestan es gratis. Se lo dice un señor en silla de ruedas y eso, claro, apacigua los ánimos. Otra diferencia es que antes del accidente era de los que, por ejemplo, no preguntaban cuando se perdía. He pasado de eso a ir por la calle y pedir que me cojan el móvil o que me llamen al interfono. No tengo el más mínimo pudor. La respuesta de la gente es magnífica. A veces se me contrae el brazo y no puedo manejar la silla y tengo que pedir que me estiren el brazo. Lo hago sin problema.

En mi nueva realidad ahora me conoce todo el mundo. Saludo a camareros de terraza, al tendero que me sale al paso a darme ánimos, a todos. Descubres también la parte buena de la gente, que es mucho más solidaria de lo que solemos pensar. Mucha gente no lo es porque no se enfrenta a según qué realidades. A muchos cuando llegan a casa seguro que comentan lo que les ha pasado conmigo.

P: La silla de ruedas no solo es una compañera de vida sino también parte de una marca personal

BP: Durante aquella primera conferencia Santiago Álvarez de Mon le pidió a mi mujer una tarjeta mía. Y yo ya no tenía, pero su petición despertó en mi la necesidad de tener tarjeta. Y, claro, no concibo que una tarjeta no tenga una ‘imagen corporativa’. Le pedí a mi cuñado que creara una con mis iniciales y así nació mi logo en el que las iniciales de mi nombre y mi primer apellido se fusionan con la silla de ruedas. Es mi logo. Traslada el plano profesional al personal.

P: ¿Eso de que cada crisis representa una oportunidad cómo lo gestiona Balta Parra?

BP: En mis charlas sobre una foto mía en la silla se sobreimpresiona una pregunta: es ¿realidad u oportunidad? Nunca he dejado de buscar oportunidades. Hay que ir a buscarlas para ver donde tenemos la oportunidad de crecer porque siempre se puede crecer y seguir aportando algo. De la aceptación pasas a enfrentarte a la realidad y pensar que todo lo que queda por delante son oportunidades e incluso oportunidades para disfrutar de las pequeñas cosas; una cerveza, una conversación con un desconocido que nunca hubiera tenido de otra forma… Ahora conozco realidades que jamás hubiera conocido si no fuera por esto, que me ha dado una oportunidad de crecimiento personal. Mucha gente me ha enseñado muchas cosas.

P: ¿Eres hoy mejor comunicador que antaño?

BP: Seguramente porque a la hora de comunicar tengo en cuenta detalles que antes se me pasaban por alto. Considero que debo poner el foco en cosas importantes para evitar que gente pase por lo mío. Cuido más el fondo, las formas y el contenido.

P: ¿Te sientes ejemplo para otros?

BP: Lo he comentado muchas veces con el director de rehabilitación de Guttmann hablando sobre ese vacío entre la burbuja y llegar a casa. Ese vacío necesitaría de gente como yo que les cuente la realidad. No hace mucho la sociedad catalana de anestesistas me llamó para un simposio sobre pacientes vulnerables. La última mesa redonda hablaba de lesionados medulares y planteé que se haga ese acompañamiento. Y, ojo, hay que hacerlo, pero es importante retirarte. La realidad es que cada lesionado medular es diferente.

P: ¿Algún sueño por cumplir?

BP: Siempre quise tocar el piano. Están mis manos ahora para todo menos para eso pero soy capaz de tocar el móvil y la tablet, un gran logro teniendo en cuenta que después del accidente apenas podía moverme de cuello para arriba.