Hidrógeno, el precio de no creérselo

El mundo avanza a un ritmo vertiginoso al que la transformación energética no es ajena, especialmente en los últimos años donde la sociedad, consciente de las necesidades de su entorno y sus carencias, aprieta el acelerador hacia un entorno más sostenible. Saber con la anticipación suficiente hacia dónde nos dirigimos y conocer las exigencias de un planeta cada vez más verde exige capacidad de anticipación, una virtud por la que siempre han destacado a Francisco Carro, ingeniero de meditadas y acertadas decisiones que jamás pronuncia una palabra de más.

Fundador y director general de Tresca Ingeniería desde hace dos décadas, ha logrado en este tiempo forjarse una reputación como consultor capaz de ver el futuro un poco antes que los demás para ponérselo en bandeja a sus clientes, procedentes de los sectores más diversos y unidos por la necesidad de aplicar soluciones a los desafíos.

Carro, uno de los pioneros en incorporar la descarbonización a ese relato respetuoso con el medioambiente con el que la industria narra hoy su día a día, ha hecho del ‘ir más allá’ una seña de identidad, el gran factor diferencial de su empresa, desde la que hace ya tiempo se señala al hidrógeno como el combustible de un futuro que, de forma silenciosa e implacable, este joven empresario está contribuyendo a optimizar.

Lograrlo durante 20 años, estar en la cima todo ese tiempo, llegar a medio mundo y hacerlo desde la ciudad que le vio nacer y le admira -al igual que su Universidad-, es una gesta que jamás reconocerá, pero que toda la sociedad le reconocerá eternamente.

 

Si en esta época hay una tarea difícil es la de separar la información que llega a nuestros ojos y oídos. Las compañías, los políticos y el resto de actores del mundo que nos rodean han aprendido que la gestión de la comunicación y la intervención de la información tienen una amplia utilidad para conseguir los propósitos de cada uno de ellos. Somos ahora conscientes de que una cuidada gestión mediática sirve tanto para vender un producto como para lanzar la carrera de un político.

El efecto secundario de esta suerte de sobredosis en el abuso de la gestión comunicativa es, como no puede ser de otra manera, la dificultad que entraña el saber, de todo lo que nos llega, qué es cierto y qué no lo es. Uno de los riesgos de esta situación es pasar por alto cosas que son verdaderas.

Es lo que nos puede ocurrir en lo relacionado con el medio ambiente. Corremos el riesgo de que nos suceda lo mismo que en la fábula de “Pedro y el lobo”: tantas veces somos advertidos de algo que no vemos que, cuando sucede de verdad, no nos los creemos. Y un ejemplo claro lo tenemos con lo que puede ocurrir con la descarbonización.

En los últimos 12 meses, la crisis covid ha acelerado muchos cambios que estaba previsto que sucediesen en varias décadas, de manera que tendrán lugar en unos pocos años.

El mundo ha tomado conciencia acerca de la descarbonización de golpe y los poderes públicos han decidido que esta sea una de las vías a través de las que se inyectará la tan necesaria ayuda pública europea tras la crisis. De esta manera, con la misma acción obtendremos dos beneficios: generar un cambio ecológico y ayudar a reiniciar la economía.

¿Y en qué consiste la descarbonización? Una gran cantidad de la energía térmica que necesita el ser humano para vivir, sea para calentar o para mover, se obtiene de la combustión de diferentes combustibles fósiles, los cuales tienen el carbono como denominador común. Gasolinas, gasóleos, gas natural, etc. cuentan con el carbono en su composición y todos ellos generan en su combustión el tan perjudicial CO2.

Si queremos eliminar las emisiones de dióxido de carbono, hemos de excluir de la ecuación energética el carbono y pasar a quemar algo que no lo tenga. Puestos a pedir, que sea fácil de obtener.

Aquí es donde aparece un viejo amigo de la química, el hidrógeno, el cual se obtiene por la descomposición eléctrica del agua. Es más, cuando lo quemamos, lo que emitimos es agua.

Estas dos cualidades -obtención y combustión limpia- hacen del hidrógeno el combustible del futuro inmediato y es la llave para una parte de la descarbonización de los procesos industriales.

Los poderes y altas instancias públicas han decidido que esto sea así y para ello obligarán a la industria a “pasar por el aro” con las dos herramientas más poderosas con las que cuentan las administraciones: la fiscalidad y las ayudas públicas.

Se ha decidido que la economía se descarbonice y, por lo tanto, la industria ha de seguir la senda marcada si no quiere salir penalizada.

A los que no se crean esto, y no lo interioricen, el sistema aplicará “medicina fiscal”; mientras que para los que se lo crean, la nueva fiscalidad verde será amable. Además, podrán contar con ayudas para realizar su cambio.

Así que, como en la fábula de ‘Pedro y el lobo’, el precio que pagará la industria por no creerse algo que es verdad es que al final el lobo les comerá. O por lo menos les morderá.

Pero no olvidemos algo importante: como en cualquier tipo de revolución que haya tenido lugar a lo largo de la historia, en esta también se presenta un momento de oportunidades para aquellos que gestionen bien el cambio. Aprovechémoslas.

Francisco Carro

Director general de Tresca Ingeniería