Tiene un don para analizar el futuro, entiende como nadie las consecuencias del ahora y es capaz de anticiparse a un después incierto para avanzar los pasos que deben darse para recuperarse de los vaivenes de la economía. El Brexit es quizá, junto al inesperado coronavirus, una de las mayores tormentas económicas contemporáneas, pero él sabe cómo parapetarse y aconsejar.
Rubén García-Quismondo es uno de los expertos más reputados de España en el ámbito de la internacionalización empresarial; un entorno habitualmente complicado en el que aspectos como la burocracia o los diferentes hábitos en la negociación pueden dar al traste con años de trabajo. Confiarle ese paso es una garantía porque a través de certeros planes estratégicos es capaz de poner en marcha la compleja arquitectura de una empresa a miles de kilómetros de su matriz, aconsejando fusiones, adquisiciones o encontrando socios óptimos para culminar objetivos. Una visión poliédrica que lo hace único.
Exportaciones e importaciones tampoco tienen secretos para este visionario especializado en Asia y el Reino Unido, que un buen día decidió poner a disposición del mundo una intuición proverbial para tomar siempre el camino correcto.
Cada día que pasaba parecía menos probable alcanzar un acuerdo sobre las futuras relaciones entre el Reino Unido y la Unión Europea, pese a que el negociador europeo, Michel Barnier, se encontraba en Londres, superado el aislamiento por el SARS-COV2, intentando salvar los escollos; sean estos por la política pesquera, de menor importancia económica a nivel de la UE, aunque no en el caso de España, principal beneficiario del acceso a los caladeros del mar del Norte; sean por la competencia del TSJUE sobre los posibles aspectos relativos a la jurisdicción por conflictos del acuerdo, a la que no accedían los británicos y a la que no podía renunciar la UE; así como por la posible divergencia en la futura regulación de múltiples aspectos por parte del Reino Unido, que parecía una barrera insalvable porque el Reino Unido lo considera como una competencia de su exclusividad que le permitiría alcanzar mayores cuotas de competitividad una vez sea un estado tercero, aún con acuerdo, a todos los efectos.
El Reino Unido lleva meses, por no decir años, preparándose a través de un continuo bombardeo informativo a sus empresas y ciudadanos sobre los diversos aspectos en los que se verán beneficiados los ciudadanos británicos, sus exportaciones a la UE, así como sus importaciones desde la UE. Bien sea por los permisos de residencia y trabajo, de los que ya se han concedido más 3,8 millones de los poco más de 4 millones de ciudadanos de la UE que residen en el Reino Unido y de los que se estima que España ha obtenido unos 250.000, siendo el cuarto país de la UE en número de permisos después de Polonia, Rumania y Portugal. Entre estos cuatro países suman más de la mitad de los residentes.
El Reino Unido parece que podrá formar parte, en el futuro, como otros terceros, del programa de intercambio de estudiantes más importantes del mundo, Erasmus, y seguirá intercambiando información de seguridad, vía interpol, si no sigue en Europol, siendo un aliado como miembro de la OTAN. También, seguirá siendo un importante destino de estudiantes europeos, aunque haya perdido el liderazgo como destino de estudios de los estudiantes de la UE frente a Alemania. Por su parte, las entidades financieras británicas no contarán con licencia para operar en la Unión Europea, ya que, en su caso, deberán solicitarla y tener una sede en la UE, y perderán el acceso a la negociación del euro. Las resoluciones judiciales dictadas por los juzgados y tribunales de la UE y Reino Unido no tendrán reconocimiento automático mutuo, lo que será un duro golpe para la competitividad de la City como lugar para residenciar contratos, ya que no estarán sujetas a las decisiones y control de las autoridades europeas de defensa de la competencia. Pero por otro lado, recuperará su política interna sobre la emigración al Reino Unido, que fue uno de los aspectos que llevó sin duda al Brexit, su propia política fiscal, y su derecho mercantil, tan importante en los negocios.
No se debe esperar una bajada generalizada de impuestos en el Reino Unido para ganar competitividad, en el caso de que sus finanzas públicas, su déficit y su nivel de deuda, se lo permitan, ni es tampoco aconsejable para mantener su estado del bienestar, no tan amplio como el de otros países del norte de la UE, pero generoso. Sin duda alguna, intentará convertir Londres, y en general el Reino Unido, en un importante destino para las inversiones, sedes de multinacionales, sociedades Holdings.. ya que continuará en vigor su red de convenios de doble imposición con el resto de países de la UE, e intentará seguir siendo el principal mercado de arte, de innovación tecnológica, y en concreto seguirá siendo una plaza con un fuerte atractivo para los mercados financieros y para la captación de fondos.
Sin duda, intentará ampliar sus acuerdos con la Commonwealth, que ya son muy amplios, bien porque su monarquía sigue siéndolo de algunos de dichos países (Canadá, Australia, Nueva Zelanda), o porque por medio del sistema legal y judicial común –common law-, se encuentran dichos mecanismos en funcionamiento, como el reconocimiento de titulaciones y otros.
El Reino Unido será un país tercero en todos los sentidos, como lo es EEUU, Canadá, Australia, Corea del Sur, Japón u otros, con los que en algunos casos gozamos de acuerdos comerciales muy amplios, y seguirá siendo un gran país y un atractivo destino para los negocios que quieran acceder a un mercado muy interesante del mundo como es el británico.
Así mismo, el Reino Unido seguirá intentado ampliar su red propia de acuerdos comerciales. Llegar al nivel de la UE no le ocupará menos de una década o más, debiendo lidiar con la nueva administración de los EEUU, que siempre es un aliado estratégico, pero ya no su “aliado estratégico en la UE”, que ahora pasará a ser Alemania, que ya lo era. Y si no hubiera alcanzado un acuerdo con la UE, como tampoco lo tienen de momento con EEUU, China o Mercosur, hubiera tenido que regirse por las reglas de la OMC en los próximos años, con unos países que representan más del 70 % del comercio mundial.
Por último, sólo nos queda dar la bienvenida al Reino Unido al año 2021, recuperando su soñada libertad para adoptar sus propias decisiones, sin la manida burocracia de Bruselas, y sin su paraguas; esperando que esa decisión haya sido lo más sabia posible y no guiada por la demagogia, tan común en nuestros días.
Rubén García-Quismondo
Socio director de Quabbala, abogados y economistas