Esta funcionaria formada en Derecho y Ciencias Económicas y sin carnet de ningún partido político dejó una profunda huella en Bruselas. Es una de sus señas de identidad. Allá por donde pasa imprime su sello, una marca distintiva basada en la firmeza, la templanza, la discreción y la seguridad propia de quien confía en estar haciendo lo correcto. Por eso a nadie le extrañó que tan solo unos meses después de ser elegida ministra de Asuntos Económicos y Transformación Digital –la evolución del Ministerio de Economía y Empresa que había ocupado en su primera etapa en el Gobierno– fuera postulada para ocupar la Presidencia del Eurogrupo.
Calviño pilota desde 2018 la política económica española en una de sus épocas más delicadas, con presupuestos prorrogados hasta hace semanas y saliendo de una crisis que ya se estaba yendo cuando llegó la pandemia a cambiarnos el ritmo. Después de la Salud, la estabilidad económica es la gran amenazada por el coronavirus y cualquier apoyo es bueno. Si a España se la mira en ocasiones de reojo, el respeto del que goza Nadia Calviño en Europa termina por centrar esa mirada para encarar los problemas y encontrar soluciones. Y es que Calviño es especialista en torear en ruedos difíciles, sin perder la calma. Para esta profesora de Política Económica y Sistema Financiero en la Universidad Complutense de Madrid las clases son pan comido si piensa en retos como el de la Dirección General de Defensa de la Competencia, otra de las muescas de su currículo.
Más allá de la amplia trayectoria política, la hija de quien fuera director de RTVE en la época de Felipe González es además autora de multitud de artículos relacionados con sus especialidades. Y llegarán muchos más que quizá pasen momentáneamente desapercibidos porque la mujer que recogió los premios Abogada de Sector Público 2007 y ‘Mujer Líder 2012’ es experta en estar sin que se note, en ayudar siempre que es necesaria. Siempre sin hacer más ruido del necesario. La palabra justa en el momento adecuado.
2020 está a punto de acabar y en nuestra memoria quedará grabado como el año de la pandemia, de los fallecimientos, de las mascarillas, el confinamiento y la soledad. Sin embargo, a la hora de hacer balance de estos aciagos meses, deberíamos también recordar que las dificultades de la pandemia sacaron lo mejor de la sociedad: empresas volcando su producción en artículos sanitarios de primera necesidad para que nuestros profesionales contaran con los equipamientos imprescindibles, ciudadanos preocupándose por el estado de sus vecinos más vulnerables y ayudándolos para que no tuvieran que asumir riesgos saliendo a comprar, aplausos que llenaban nuestras calles en reconocimiento explícito y agradecido a quienes cuidaban de nuestros seres queridos cuando nosotros no podíamos estar a su lado.
La pandemia ha sacado a la luz las grandes fortalezas de nuestro país: una sociedad fuerte, creativa, capaz de levantarse y volver a caminar en cuanto ha sido seguro volver a llenar las calles y las plazas. Una sociedad que ha actuado de manera tremendamente solidaria, tanto en lo personal como en lo colectivo, poniendo en pie un inédito paquete de medidas sociales y económicas para apoyar a empresas, trabajadores y familias; una red de seguridad que permitiese amortiguar el impacto económico y social y proteger una base para la recuperación.
El paquete formado por los avales públicos del Instituto de Crédito Oficial (ICO), el apoyo extraordinario a los expedientes de regulación temporal de empleo (ERTEs) y la prestación extraordinaria para autónomos han sido claves para garantizar la liquidez del conjunto de la economía, evitar un impacto estructural en el empleo, en el tejido productivo y la recuperación de la demanda y la actividad cuando dejemos atrás la crisis sanitaria. Además, las numerosas medidas de apoyo social, como garantías de suministros básicos o el nuevo Ingreso Mínimo Vital, se han orientado a proteger a los más vulnerables ante la crisis. Finalmente, las medidas específicas de apoyo a los sectores más afectados han tratado de proteger el tejido productivo durante la hibernación.
Todas estas medidas excepcionales, que conllevan un esfuerzo fiscal muy relevante que ha requerido la emisión de 110.000 millones de deuda pública adicional en 2020, son también España; representan lo que somos y constituyen la mejor garantía para nuestra recuperación. De hecho, el Banco Central Europeo ha reconocido recientemente que el paquete de apoyos de España está entre los que están teniendo un mayor impacto en términos de protección del tejido productivo. Y datos recientes publicados por el Instituto Nacional de Estadística dan también prueba de ello, como es el caso del avance del crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB) del tercer trimestre, que sorprendió a todos los analistas al llegar al 16,7 %, o la Encuesta de Población Activa (EPA), que arroja la creación de casi 570.000 puestos de trabajo en el mismo periodo.
Teniendo en cuenta que durante el verano ya se estaban produciendo los primeros rebrotes importantes en algunas regiones y la ausencia del turismo internacional, estas cifras atestiguan claramente la fuerte capacidad de recuperación de la economía.
La tendencia positiva parece estar manteniéndose, a la luz de las últimas cifras de afiliaciones a la Seguridad Social y la relativa estabilización de los trabajadores en ERTE, con un efecto sustitución de aquéllos que vuelven a sus puestos de trabajo al reanudarse la actividad por quienes entran en estos esquemas de protección como consecuencia de las restricciones en los lugares donde los rebrotes han obligado a ello.
Es decir, que parece que el riesgo de histéresis o daño estructural y permanente en nuestro tejido productivo se está viendo neutralizado por las medidas puestas en marcha. Dado que el resto de riesgos a la baja que tenemos identificados –la evolución de la pandemia, un posible recrudecimiento de las tensiones geopolíticas y comerciales, o las posibles dificultades a la hora de ejecutar de forma rápida los fondos europeos de recuperación— se están también atenuando, podemos empezar a descartar los escenarios más negativos y confiar en que la recuperación cogerá fuerza a partir del año que estamos a punto de iniciar.
El Gobierno seguirá trabajando para asentar esa recuperación: controlando la pandemia, protegiendo el tejido productivo, el empleo y las rentas familiares como hemos venido haciendo desde el primer día de la pandemia, aprobando los Presupuestos Generales del Estado para 2021 y poniendo en marcha todas las inversiones y reformas estructurales que sean necesarias para hacer nuestra economía más resiliente, más moderna, más productiva y más competitiva.
De eso trata el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia en el que venimos trabajando intensamente en el curso del año, en paralelo con la respuesta ágil a corto plazo frente al shock de la pandemia. Se trata de poner los mimbres para construir una España más verde, más digital, más cohesionada social y territorialmente y más igualitaria, que reduzca de forma decidida la brecha de género. Un país que apueste por las nuevas tecnologías, por el 5G y la Inteligencia Artificial, para que todas las empresas, grandes, pequeñas o startups puedan prosperar. Un país que haga de la educación y la formación la columna vertebral del progreso, de modo que las oportunidades lleguen a todos los ciudadanos y se reduzcan las brechas por razón de género, de estrato socioeconómico o de lugar de residencia. Un país que defienda y apoye su sistema de ciencia e investigación, su sistema sanitario, sus servicios sociales y a quienes nos cuidan, que son la base de nuestro Estado del Bienestar. Que aborde de forma decidida la transición ecológica e impulse una transición justa hacia un modelo productivo más sostenible desde el punto de vista económico-financiero, pero también social y medioambiental.
Para lograr estos objetivos, contamos con un Plan claro, ambicioso y articulado; y contamos con recursos de hasta 140.000 millones de euros de los nuevos instrumentos comunitarios de financiación para los próximos seis años. Los Presupuestos Generales del Estado son la primera piedra en la construcción de este ambicioso proyecto, al incluir hasta 39.000 millones de euros de inversiones públicas ya el año próximo.
2020 ha sido un año duro, un año difícil que todos queremos dejar atrás. En nuestra mano está construir un 2021 lleno de oportunidades, de modernización y de progreso. Contamos para ello con una sociedad que sabe sus objetivos, conoce sus prioridades y tiene la fuerza y la capacidad suficiente para sacarlas adelante y hacer del nuevo año el primer paso hacia el futuro.
Nadia Calviño
Vicepresidenta de Asuntos Económicos y Transformación Digital