Las 4 C de la radio: confianza, compañía, compatibilidad y comunidad

Resulta casi imposible pronunciar su nombre y no pensar en micrófonos y voces cálidas, en estupendos reportajes que tocan lo más profundo del alma o detallan la vida con minuciosidad, en el atrevido desparpajo de la enseñanza, en la ilusión de los que empiezan y en una sonrisa. Así se dibuja el retrato de esta mujer enamorada de las ondas que atesora dos grandes virtudes: mantiene la calma y sabe transmitir a sus alumnos ese amor por el medio de comunicación más fiable y más querido por público y profesionales, esos entre los que es tremendamente respetada y con los que, como periodista, también ha compartido ‘trinchera’. Por eso, a lo largo de su amplia trayectoria profesional, ha formado parte del jurado de los Premios Ondas, de los AERO y de los premios Nuevos Comunicadores.

Chelo Sánchez ya ha celebrado 25 años dando clases en la Universidad Pontificia de Salamanca, donde se licenció y doctoró en Ciencias de Información y en la que ha ocupado diversas responsabilidades, como la de vicedecana. También ha impartido cátedra en la Universidad de la Experiencia de Castilla y León o en las Universidades de Salamanca, Católica de Lisboa, Fernando Pessoa (Porto) e Internacional de Andalucía como profesora asociada. 25 años de manos levantadas para saciar las ganas de aprender, formatos adelantados a su época que el tiempo y la evolución han hecho ya posibles y miradas cómplices desde o hacia la ‘pecera’ a futuros técnicos y locutores. 25 años ahondando en los entresijos de un medio que nos acompaña siempre, de ahí que sean ya numerosos los medios de comunicación, las revistas especializadas o los blogs que incluyen en sus hemerotecas publicaciones de una Chelo Sánchez cada vez más citada como autora de artículos como ‘Experiencias, retos y propuestas para crear una cultura sonora en los jóvenes digitales’, ‘Viaje al centro de la radio. Diseño de una experiencia de alfabetización transmedia para promover la cultura radiofónica entre los jóvenes’ o ‘El reportaje: un clásico de la radio offline en la era de la radio online’, entre otros, que la convierten en uno de los grandes referentes españoles de la investigación radiofónica.

A la espera de una radio digital eternamente remolona, la última gran revolución se llama pódcast, un enorme soplo de aire fresco además de una adaptación vertiginosa a los nuevos hábitos de consumo.  Y esa radio a la carta también es la de una mujer en constante formación, una profesora querida y capaz de reflejar su inagotable amor por la justa modulación, el timbre correcto, la tensión informativa o la adrenalina del directo transformada en obra de referencia. Así sucede con Las tertulias de la radio. La plaza pública de los 90, uno de los escasos trabajos sobre el género. Es, además, coautora de los libros Periodismo sin información, Redacción para periodistas: opinar y argumentar, Periodistas de Castilla y León del Siglo XX, Periodismo Deportivo de Manual y La transformación digital de la radio, en el que arroja luz sobre la escucha que llega. Su mirada atenta y siempre puesta en las novedades también enriqueció como coordinadora el interesante libro de entrevistas Conversaciones sobre periodismo radiofónico, un proyecto de innovación docente convertido en texto.

Y en una mochila de tal calibre caben también los reconocimientos, como el Premio Cossío de Radio que recogió en 2016 por el precioso proyecto colectivo ‘Viaje al centro de la radio’, una iniciativa pocas veces vista en el ámbito de la radiodifusión comercial.  No era la primera vez que recogía un premio. Lo había hecho en 1991 por el programa ‘Ser Universitario’, que le entregó el Instituto de la Juventud que, sin saberlo, se convirtió en la primera institución española capaz de reconocer el talento y el enorme potencial de aquella joven por cuyas venas ya corrían el periodismo, la divulgación y la docencia.   

 

No hay mayor puente que la voz que llega de lado a lado, de boca a oreja, de un espacio a otro espacio, aproximando, tocando o pasando de largo. La voz es puente y la radio es un océano entero que atraviesa el puente de la comunicación interpersonal, una comunicación que fluye desde el emisor al receptor o desde el receptor al emisor… Si -como decía McLuhan- el medio es el mensaje, entonces el medio vehiculará a través del canal tradicional, o de los nuevos canales, la capacidad de conexión de dos seres humanos o de cientos: será puente.

El mundo entero, y cada uno de nosotros, hemos vivido estos meses como en un cataclismo continuo del que no parece que vayamos a salir de momento. Un cataclismo que ha hecho saltar por la borda casi todo lo que nos parecía seguro y aspirábamos a mejorar. También el entorno de los medios y la comunicación profesional.

En 2020 nos hemos refugiado en nuestras casas, hemos salido a nuestros balcones y ventanas como nunca: para aplaudir, para sentirnos partes de un mundo más allá de nuestras cuatro paredes y nuestros grupos de WhatsApp, para cantar, para escuchar, para mirar a lo lejos… Y también hemos vuelto a refugiarnos en la radio. Escribía Jorge del Corral en este mismo blog que la televisión hertziana en abierto estaba viviendo los meses de confinamiento un esplendor de antaño, pero que sería puro espejismo porque el modelo televisivo español se enfrentaba a varios retos, retos parecidos a los que tiene la radio y su modelo de negocio tradicional. Sin embargo, la radio española como medio de comunicación, más allá de los datos de audiencia -que, si bien es cierto que baja en los últimos años, estuvo mucho peor y sin la competencia de internet-, ha demostrado en estos meses que, cuando los atributos y valores que la hacen única son sólidos, es mucho más fácil que el camaleón se adapte a otras pieles, discurra por otros canales y con otras formas, pero siga siendo radio. Un medio polivalente, que informa, entretiene, acompaña, ilustra, hace reír, emociona, persuade, ayuda a vender bienes y servicios; un medio íntimo, que genera confianza, que se puede llevar a cualquier parte y escuchar/oír, según decida nuestra atención; que es compatible con otras tareas y actividades y que nos hace sentir parte de una comunidad: los que escuchan una marca, un programa, a un comunicador; los que escriben y llaman a la radio, los que van a ver su programa favorito realizado en directo desde su ciudad o los que comentan en redes sociales. Una experiencia.

Junto a la vinculación emocional que se genera con la radio, gracias a la relación íntima que se establece con la voz humana, su capacidad de acompañamiento, de despertador y de reloj sonoro ayudan a aportar un cierto orden y sentido lógico a la vida cotidiana, incluso en situaciones muy diversas, como las que hemos vivido en estos tiempos de Covid. La radio ha salido reforzada como el medio de mayor confianza y credibilidad para los españoles, según diferentes estudios como el de Havas Media y ese atributo, en estos tiempos, vale su peso en oro. Solo hace falta que, además de los oyentes, las empresas y las instituciones entiendan también que casi siempre lo esencial es invisible a los ojos, pero no a los oídos, e inviertan en radio. Solo hace falta que la radio sepa llegar también a los más jóvenes, a esas generaciones perdidas que empezó a desatender hace años y que hoy no la tienen en su lista de intereses, porque la radio tampoco los tiene a ellos.

Estos días hemos conocido que la BBC ha decidido sustituir el término radio por audio, mientras el gigante tecnológico Apple ha optado por la palabra radio para denominar su nuevo proyecto en digital. Como escribía María Jesús Espinosa en El País, tenemos un new player tecnológico como Apple que recurre a los valores “antiguos” y “rituales” de la radio para innovar. ¿Quién acierta?

La transformación digital ha obligado a los denominados legacy media a transformarse, a veces hasta a pervertirse. La mediamorfosis que vamos conociendo nos sitúa ante un contexto multimedia en el que todos los medios parecen similares, incluso casi una copia, fagocitados en buena medida por el canal internet y por las pantallas. La compatibilidad, la portabilidad, la cercanía, la confianza, la cualidad de medio unisensorial, incluso la humildad (conocer tus debilidades y limitaciones) siguen siendo poderes de la radio a los que el medio no debería renunciar si quiere seguir sobreviviendo. De momento parece que lo hace. Solo en Reino Unido 36 millones de seguidores convierten a la radio en el influencer con mayor capacidad de penetración, según evidenciaba una campaña de promoción de Radio Centre. Los últimos datos de Nielsen apuntan que en el confinamiento se ha incrementado la confianza y el interés de los norteamericanos hacia todas las variantes de audio, radio y pódcast. Según un estudio reciente, publicado por Emma Rodero, la radio es el medio que mejor se comporta en las crisis, y lo ha demostrado claramente en España en esta última que estamos viviendo. Ha aumentado el consumo, la confianza e incluso se ha modificado la manera de consumirla. ¡Bendita debilidad la del medio sin imágenes!

En noviembre de 2019, la Cadena SER, la radio española más escuchada del país, sufrió un ciberataque que afectó a todos sus sistemas informáticos. Su antena no dejó de sonar ni un momento. El hilo invisible. Si Apple reconocía con rotundidad: “hemos tratado desesperadamente de buscar una palabra que no sea radio, pero no la hemos encontrado», igual es porque la palabra es mucho más inclusiva y poliédrica de lo que creemos. Un puente que cruza cualquier océano de comunicación humana, construido sobre la base de la vida que suena.

Chelo Sánchez Serrano

Periodista y profesora de Radio en la Universidad Pontificia de Salamanca