Cuando la televisión privada comenzó a emitir en España, año 1990, Antena 3 TV optó por un periodista de raza para ponerse al frente de sus servicios informativos. Convertidos hoy en referente con el aval de unos estupendos datos de audiencia, nadie olvida que fue Jorge del Corral quien comenzó a modelarlos. Tan amable en el trato como firme en sus convicciones, ha gozado siempre del respeto de la profesión, labrado en sus años como corresponsal y subdirector de la Agencia EFE o como periodista de medios tan punteros como ABC o el Diario YA. Algunos, aún hoy, siguen gozando de su estupendo punto de vista como articulista.
Poseedor, quizá, del mayor olfato para anticipar los cambios y pilotarlos, este amante de los desafíos ha profundizado en época más reciente en ese perfil de gestor como miembro fundacional de la Asociación de Periodistas Europeos (APE) o de la Academia de las Ciencias y las Artes de Televisión (ATV). Fue también uno de los fundadores de la Unión de Televisiones Comerciales (UTECA) convirtiéndose, durante 13 años, en su cara visible como portavoz y secretario general. No es de extrañar, por tanto, que su paso por UTECA haya coincidido con el de mayor esplendor de la televisión en nuestro país.
La televisión hertziana en abierto y gratuita está viviendo estos meses de confinamiento obligado en casa un esplendor de antaño. Pero será efímero y puro espejismo porque el modelo televisivo español se enfrenta a tres retos: la progresiva pérdida de espectro radioeléctrico, la competencia de las nuevas pantallas y el modelo de negocio, con las públicas como invitadas.
Según Ricardo Vaca Berdayes, fundador y máximo responsable de la consultora Barlovento Comunicación, los españoles hemos pasado de consumir cuatro horas diarias de televisión, a casi seis y media, ¡con puntas de 10 horas!, en estos días de enclaustramiento, sumados los 160 minutos dedicados a otras pantallas conectadas a Internet o a la telefonía móvil para cotillear y jugar. Pero lo excepcional pasará y será a partir de la nueva normalidad cuando los gestores de las televisiones actuales tendrán que hacer frente a lo que se avecina: disminución del ancho de banda hasta su total desaparición y búsqueda a corto-medio plazo de una nueva pauta del quehacer basada en diferentes tecnologías de transmisión (cable, satélite y telefonía móvil) y diversas modalidades de consumo: pago por pieza, fijo mensual, diferentes contenidos…
El uso del espectro radioeléctrico, soporte aún de las principales televisiones gratuitas y en abierto de Portugal, España, Francia, Italia, Grecia, Reino Unido y muchos otros países europeos, seguirá limitándose en beneficio de actividades más importantes y de mucho mayor valor añadido para las telecomunicaciones hertzianas: voz, datos, wifi, teletrabajo, telemedicina, enseñanza online, seguridad de bienes y personas, control de plagas, cosechas, infraestructuras críticas y personas, electrodomésticos conectados, robots, 5G, 6G y sucesivos estándares. En consecuencia, la Organización Internacional de las Telecomunicaciones (UIT por sus siglas en ingles) seguirá asignando el reparto mundial de frecuencias y Bruselas, competente para la Unión Europea (UE), la que continúe acordando nuevos dividendos digitales (achicamiento de la banda para la televisión), presionada por los países nórdicos y por todos aquellos en los que la televisión por cable y satélite es mayoritaria frente a la hertziana (Alemania, Países Bajos, Bélgica, Suecia, Noruega,…) y que necesitan el finito espectro radioeléctrico para la sociedad masivamente conectada que se acelerará tras la pandemia. A la televisión hertziana, en consecuencia, no le queda mucho más de una década. Y este es el tiempo que tienen sus actuales responsables para virar a otras tecnologías, otros contenidos y otro modelo de negocio, centrado más en el pago que en el gratuito con publicidad y “de saliva”, como el gran Manuel Martín Ferrand llamaba a los baratos programas con presentador e invitados.
Y en este nuevo rumbo hacia El Dorado el fortalecimiento de la marca y de la reputación, además de un sólido músculo financiero, serán claves para alumbrar a los campeones del mañana. Unos líderes que serán primero nacionales y pocos, y luego europeos para competir en contenidos y modalidades con los contrincantes internacionales, principalmente norteamericanos, chinos y de las grandes compañías de telecomunicaciones como Telefónica-Movistar, que ya se han colado por la puerta de las privadas hertzianas con el empleo de las últimas tecnologías, maneras y ofertas masivas y múltiples de contenidos donde las series de pago, los deportes a la carta, los juegos y las películas son y serán la estrella del nuevo escenario.
Mucho trabajo y responsabilidad tendrán a partir de ahora los creadores de estados de opinión, reputación corporativa y marca, entendido el primero como el concepto que se tiene de una empresa; la segunda como el conjunto de percepciones que poseen de la compañía los diversos grupos de interés con los que se relaciona, tanto internos como externos, y que es el resultado del comportamiento desarrollado por la sociedad a lo largo del tiempo y de su capacidad para distribuir valor a esos grupos, y la tercera como el aprecio que un producto ha adquirido en el transcurso de los años y procedente de la propia marca.
Será una labor titánica, pero no les quedará más remedio si quieren sobrevivir en el nuevo escenario audiovisual, que ya no será nacional sino internacional, y que en el caso de España, además, las decenas de públicas tendrán también que cambiar su imagen y consideración si no quieren que el contribuyente se canse de financiarlas y perezcan.
Jorge del Corral y Díez del Corral
Fundador de la APE, UTECA y de la Academia de las Ciencias y las Artes de Televisión