Inteligencia Artificial en medicina: el valor del factor humano

En pleno debate sobre la idoneidad y los límites de la inteligencia artificial cada vez son más las voces que tratan de mostrar el potencial de esta revolución tecnológica que apenas ha dado sus primeros pasos y ya ha revolucionado multitud de sectores. La Medicina no es ajena a este vertiginoso cambio. La experiencia de sus profesionales es oro puro para esta herramienta que absorbe conocimientos para devolver certezas en el menor tiempo posible. Las computadoras empiezan hoy a anticipar patologías con la antelación suficiente para atajarlas con éxito. Es uno de los triunfos de una sociedad cada vez más gobernada por el dato, un caldo de cultivo ideal para los escépticos que, sin embargo, no pueden sino rendirse a la evidencia de que una Sanidad apoyada en el proceso de datos a velocidad de crucero está liberando mucho tiempo a nuestros doctores y doctoras.

Mientras las máquinas cruzan información que terminará salvando miles de vidas, los profesionales hacen esa misma tarea cara a cara. Con más tiempo para escuchar, comprender, valorar y decidir sin precipitarse. Profesionales como Alfonso Martínez son parte de esta revolución que derriba prejuicios e ideas preconcebidas sobre la IA.

 

El reputado cardiólogo y genetista estadounidense Eric Topol, conocido además por sus investigaciones en medicina digital, manifestaba en 2015 que “en pocos años” dejaríamos de utilizar conceptos como ‘medicina de precisión’, ‘medicina digital’ o deep learning en Medicina para hablar sencillamente de “medicina”. Con ello, pretendía transmitir que estos términos, a los que podríamos incorporar el de la Inteligencia Artificial (IA), dejarían de ser algo añadido al ejercicio de la Medicina para convertirse en parte de ella.

Ya son bastantes los años en los que la IA ha ido incorporándose a la práctica de la medicina y, en particular, a la imagen diagnóstica. Gracias a los avances tecnológicos, la IA puede ayudar a identificar problemas de forma precoz, comparar, agilizar y diagnosticar con mayor precisión.

Aunque se podría pensar que la IA en imagen diagnóstica es autónoma, esto no es cierto. La IA existe gracias a los aprendizajes de los profesionales de la medicina, porque se basa cien por cien en datos proporcionados por los facultativos. Los médicos son la fuente primordial de información que alimenta a los algoritmos de la IA, y esto hace que su trabajo sea esencial en la mejora continua de la tecnología.

Y ha mejorado mucho en poco tiempo. De hecho, la IA acumula millones de casos clínicos, datos, síntomas, que no puede almacenar la cabeza de ningún especialista. Los contrasta y con eso se consigue un avance singular en el proceso diagnóstico, como lo que ha conseguido Incepto, plataforma europea de soluciones de IA para la imagen médica, integradas en los flujos de trabajo y alojadas en la nube.

En realidad, la IA funciona más que como inteligencia, como repositorio o suministrador de datos comparables para que quien diagnostica pueda hacerlo con certeza, con mayor precisión y mucho más rápido. No obstante, si los datos no son verídicos, no sirven de nada. Por eso los facultativos son la mayor garantía y respaldo de las herramientas de IA. Sin profesionales la IA carecería de todo sentido y contenido porque, entre otras cosas, la IA en imagen diagnóstica solo muestra sugerencias, soluciones e información de apoyo que ayuda en la toma de decisiones. Por ejemplo, en medicina nuclear, la IA mejora las imágenes para que se pueda dar un diagnóstico certero, pero no indica si una lesión es cáncer o no.

Aplicar herramientas con IA en imagen diagnóstica ha demostrado que optimiza el flujo de trabajo del sistema sanitario y permite a los profesionales sanitarios ser más eficientes. De todos es sabida la necesidad de dedicar más tiempo a los pacientes, una constante reclamación tanto de los propios pacientes como de los médicos. Esta mayor dedicación mejora la calidad de atención y humaniza la Medicina, porque mientras la IA realiza tareas rutinarias y repetitivas -y recaba y compara miles de datos- el facultativo amplía su capacidad de escucha y se concentra en casos complejos. La realidad es que la IA no solo no aleja al médico del paciente, sino que lo acerca.

¿Nos pone en riesgo la innovación?

Sin embargo, en los últimos días, se viene hablando de los posibles riesgos de la IA y se plantean dilemas éticos que nunca habíamos vivido ¿Por qué lo que es bueno para la medicina puede llegar a plantear dudas al aplicarse en otros aspectos de la vida ciudadana, como puedan ser aplicaciones como el ChatGPT? Probablemente, el equívoco radica en considerar la IA como un fin en sí mismo y no como una herramienta al servicio de la mejora del bienestar y la seguridad de las personas.

Nadie tiene dudas del valor de que los profesionales de la salud dispongan de herramientas avanzadas que les permitan diagnosticar precozmente un cáncer o identificar una fractura en pocos minutos para poder empezar cuanto antes los tratamientos. La clave, más que la propia tecnología en sí, es la aplicación que se le da y el valor que aporta. Tal vez podremos plantearnos nuestro futuro sin escribir unos textos maravillosos, pero no podemos jugarnos nuestra salud por no disponer de estas tecnologías médicas.

La IA en Medicina no es un divertimento o un complemento sino un componente activo del cuidado de la salud. Es la IA la que debe adaptarse a las necesidades y ponerse al servicio de los pacientes, los profesionales y el sistema sanitario, y no al revés.

Más allá de esta cuestión, es también muy relevante el tema de la necesidad de regulación, un aspecto que en medicina está avanzando de manera muy rápida, asegurando que las aplicaciones de IA cumplen con unos requisitos que garantizan no solo su seguridad, sino también, y esto es muy importante, su utilidad y eficacia. Algo similar a lo que sucede con los procesos de autorización de los medicamentos: deben demostrar que son seguros, pero también que ofrecen alguna aportación que mejora las existentes para ser aprobados.

Esto no es nuevo en Medicina o tecnologías médicas. Estamos acostumbrados a que cualquier acción pase por un exhaustivo análisis y autorizaciones. Ninguna solución de IA médica se utiliza sin ser revisada y testada y sin estar alineada con estrategias de salud de los respectivos sistemas de salud.

Afortunadamente, en el sector de la salud, hace ya mucho tiempo que la aplicación de la IA va más allá de un experimento y se ha convertido en una realidad que está transformando la atención médica y que los profesionales utilizan para mejorar su labor. Una herramienta que permite acumular todo el conocimiento de la práctica médica y aplicarlo para mejorar la vida de las personas. Una aplicación en la que el factor humano sigue siendo fundamental.

Alfonso Martínez

Director General para España y LATAM de Incepto